lunes, 3 de febrero de 2014

La Joven Imaginación

Una puerta se cierra con un ruido metálico.
El hombre avanza sobre la acera. Las botas golpean secamente el húmedo suelo y despiertan tambores que lo persiguen. Los susurros se arremolinan en cada fugaz mirada hacia atrás, y los pequeños temores se van transformando paulatinamente en miedos profundos. Una gota que cae despierta conversaciones y pisadas en su cabeza. La niebla, que difumina y cambia las realidades, respira tranquilamente a su alrededor; mientras, él lo hace entrecortadamente.
Los sueños le alcanzan, así su sombra le degolla mientras no mira. Hay un fuego que convierte todo lo demás en fantasmas danzarines y jocosos. La llama del miedo acorrala cada vez más.
Sus grandes pasos continúan al mismo ritmo, su pulso sin embargo se mantiene arrítmico. Un coche que pasa como un halcón en busca de su presa, hace tambalear el muro que separa la locura del puro temor.
El camino se estrecha y se vislumbra el final. En este punto el hombre piensa en el porqué de su avance. Sus pies desconocen la respuesta, y la cabeza miente. Las ojeadas vuelven como tormentas y se escuchan ejércitos donde los ojos no miran; pensativo, piensa que son los ejércitos de la nada.
Al final de la línea el paso se acelera. Deja atrás todo lo que no podría explicar, por ello se siente bien. Piensa incluso en la victoria.
...
Una puerta se cierra con un ruido metálico.

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