Pues claro que podemos tocar el Sol, no pensaba ir de
día –dijo.
Como una espontánea brisa vespertina de un día de
primavera, había vuelto.
Como un pacto unilateral que yo aceptaba sin ningún
remordimiento,
Como la espontaneidad sin consecuencias ni cicatrices
duraderas,
Como si nada pudiera llamar a la puerta para
interrumpir,
Como si reír ya no fuera ningún compromiso,
Como algo efímero que dura eternamente,
Como desafinar queriendo,
Así, como
Él.
Con esa levedad de lo que no se puede poseer, pero es
precioso mirar. Con la ansiedad de la incertidumbre que no se quiere
interrumpir. Como la decisión de no deshojar una flor porque completa es
demasiado bonita.
Con la locura reflejada en mis ojos, con un horizonte
infinito abierto en los suyos. Con un mundo lleno de posibilidades, había
encendido una chispa eterna dentro de mí.
Me di cuenta de que en realidad, no quería cambiar nada. Porque
todo era caóticamente perfecto, y aunque no me gustara reconocerlo, era misteriosamente
precioso.
‘Estábamos juntos, el después lo he olvidado’ Walt Whitman.
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