Efervescente, arraigado, ácido.
Tan perdido y cansado,
con el sentido pálido,
entre cielo e infierno, atormentado.
Aquí mienten los tinteros,
mienten, en sus esmeros,
pues aunque versan e invocan,
en misterios semejantes desembocan.
Y todos los pasares se oxidan,
en mil vidas que se olvidan,
en tierras de paisajes,
que desembocan en monótonos follajes.
Manriqueño se siente el destino
con tejas que caen periódicamente,
profundizado en un amplio camino,
pero que desemboca siempre.
Y en cantos poéticos ya he mamado
este sentimiento de demora,
que expresado y cuestionado,
lo observo en el ahora.
Así, tras el diluvio que me ha regado,
he crecido y amenizado
todo el tiempo que llegará,
y que desembocar me hará.
Pero ya no ahogado,
sino completamente concienciado
de que para existir
me es necesario vivir.
Clavo una bandera,
en el pico de la melancolía,
junto a la tristeza pasajera,
para mantener encendida mi hoguera, cada día.
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