lunes, 21 de abril de 2014

De Cualquier Locura

Paró un momento para observar el paisaje cuando, de repente, vio un águila surcando el cielo.
Entonces cayó en la cuenta: ya llevaba doscientos días de viaje.
Doscientos días que le sirvieron para darse cuenta de que no quería ser de esas personas que esperan sin saber a qué; que hablan sin saber para qué; y que huyen sin saber de qué.
Sin embargo, después de doscientos días de viaje entre tantas tempestades, seguía sin respuestas. Quería saber por qué era de esas personas que no encajan y no saben por qué.
Si él no era tan extraño, solo que las miradas le contaban historias que los demás no escuchaban,
Si no era tan tímido, solo que había encontrado en el pensamiento a su mejor aliado,
Si su corazón no estaba hecho de piedra, solo que si lo abría le salían todos los fantasmas que asustaban a los demás.
Recordó que siempre le habían dicho que no era normal, pero ¿quién establece los límites de la normalidad? Tal vez las personas sin curiosidad por saber qué hay detrás de los pensamientos, o esa gente sin curiosidad por saber qué provoca el más íntimo secreto.
Entonces entendió lo que limitan los límites, lo que pueden ofrecer los silencios, lo que callan las verdades (que solo son ciertas para algunos), lo que significa que un alma envejezca, y lo que conlleva que, como hacía él, no se siga la línea recta.
También en ese mismo instante, recordó la mañana en la que le dijeron que se perdiera y, con una sonrisa traviesa, pensó:

“Ahí os quedáis,
Almas perdidas dentro de los límites
Impuestos por la certeza de que la incertidumbre os supera,
Que yo ya no existo en la Tierra,
Yo me perderé con la Luna llena.”

1 comentario :

Paqui dijo...

Marta,muy bonito tu texto...que ya no existo en la Tierrs