martes, 15 de abril de 2014

Tarde

"Creo que empiezo a consumirme. Sí, junto a tantas cosas. Y sí, lo sé, pero no me siento en el sofá y reabro el caudal de alcohol, sino que me realzo. Puedo decir tanto con tan poco hoy que sería mejor no tratar de decirlo, ya que no sé donde estaré viviendo mañana, pero sé que viviré y sé que he vivido, con eso me basta. Y en el vacío de ambigüedad que puede suponer esa frase (la que sería tachada de obvia por mis compañeros bienvivientes) hay mucho más: puesto que no es una simple entrada en el diccionario, aunque venga contenida en él; es un castillo que se construye poco a poco, no con palabras o teoría, sino con vivencias, con vida. Es toda la trama que contamos y que nos forma, así que quizás el sabio no sepa definirla nunca, y tal vez no importe, pues no se basa en eso, se basa en sentirla tras caminar por nuestro sendero.
Nunca he negado esto, y nunca lo negaría. Soy el resultado de mis proyectos y tropiezos, y he logrado así el sentimiento más pleno que he alcanzado. No se trata de crear euforia a cada instante, no siempre, también hay planes que llevan por nuevos paisajes.
Me arriesgaría a decir que el sentido de la vida es encontrar el sentido de tu propia vida. Y dentro del mío propio te digo que es buscarle esa razón que nunca me llegó a través de los estudios o los miles de cambios en mi vida, esa... que no sé explicar.

Hijo, mi marcha es tan solo el instante en que he encontrado mi significado, simplemente eso, sin buscarle más. Espero que lo entiendas, y siento no poder darte más herencia que unas marchitas letras en un papel arrugado, que dejan tantas preguntas sin contestar. Lee esto, y ponte en mi lugar desde el recuerdo, piénsalo e imagínalo, después crea tu historia. Te pido que no te ates ante las catástrofes que nos obstruyen. También te pido que algún día seas capaz de explicar lo que yo no sé hacer hoy, sin dejar atrás lo que tanto amarás, por favor, sé capaz de vivir sin abandonar lo que quieres..."


Leí con voz baja en la soledad de mi gris y enfermiza cama. Lágrimas llovían por mi rostro, no por no haber captado y materializado el mensaje que una faceta desconocida de mi padre había dejado en el frigorífico, sino por pena... ya que había olvidado lo más importante: contar este mensaje, mi verdadero legado, sin abandonar a los que quería...

No hay comentarios :