sábado, 5 de abril de 2014

Un Suicidio Azaroso

"Estoy memorizando",
decía mi vieja compañera,
mientras suplía su desértica cara
por una juventud fiera,
que volvía a la luz gritando.

"Ya recuerdo. Sí, todo",
me cantaba al oído.
Y yo que imperturbable,
a ella continuaba asido,
contemplando el vendaval de oro.

"No sé por donde empezar",
argumentaba en su letargo.
Seguía yo allí, sin embargo,
con un sentimiento amargo,
que trataba de amenazar.

"Te contaré como conocí a mi pasión",
me contaba sin temor
en una felicidad instantánea.
Y yo, sentía dolor,
sin saber cual era la razón.

"Lo vi un jueves en un prado",
proseguía con fulgor.
Cuando a mí, la pena me asfixiaba,
creándome dentro un ardor
que me había enfermado.

"La vida me sonrió",
escribía difusamente en aire.
En esa hora ya no la encontraba,
pues todo se convirtió en barbarie,
y su mirada se me perdió.

"Con el tiempo su barco viró",
contó para sí.
También yo había chocado,
aunque con obstáculo color carmesí,
que tiempo atrás existió.

"Nada",
escuchaba de sus labios escondidos.
Pues aunque sentía su presencia,
ya solo quedaban sonidos,
que dejaban mi conciencia ahogada.

Alrededor nevaba y se acababa,
el desafío que no había recordado,
cuando alcancé ese triste banco,
que con un cruz estaba marcado,
y que en mí finalizaba.

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