-A nadie le gusta el frío glaciar. Las cosas frías
solo gustan para mirarlas unos segundos, como la sirenita de Copenhague.
A nadie le gustan tampoco las bocas inmóviles. Porque
en este mundo todo se trata de hablar, hablar y hablar…sin decir nada. Y quien
piensa, poco dice. Y quien solo escucha para aprender, ya no es valioso.
Tampoco gustan ya las miradas silenciosas. El
silencio tampoco se aprecia, porque invita a pensar. Y hoy es más valioso dar
opiniones sin fundamento sobre cualquier cosa, no está permitido no saber de todo.
¿Y el observar? También lo hemos perdido. El observar
las cosas sencillas, que son las que hacen la vida, y analizarlas, ya no es
importante.
-¿Pero si invitas a la razón, musa, por qué dicen que eres mala?
- Porque para observar,
pensar, reflexionar y aprender hace falta la soledad, la tranquilidad
de una tarde de primavera desconectado del mundo. Y eso la gente no lo ve, no
lo siente. Solo unos pocos afortunados son capaces de apreciarlo, y aún menos
son los que son capaces de hacerlo.
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