sábado, 21 de marzo de 2015

Urbe

¿Hace un tiempo, qué era la naturaleza,
cuando mis fronteras eran condiciones,
y yo me encontraba en el camino del respirar,
sin saber mirar, dejando a la existencia correr por mis espacios?

Lo urbano transforma mis retinas,
diluye los paisajes que solía ver en aceras y fachadas,
y transforma mi pasado y futuro.
Aprender en cada trayecto,
no como antes, sino en el momento, 
sin reflexión;
esto es otra naturaleza,
donde yo soy el tiempo,
donde los límites reaparecen en cada esquina,
y también cambiamos de especie.
El color no tiene profundidad,
no crea, ni es reflejo,
tan solo veo su capa plástica.
Cada segundo es un acontecimiento,
no hay lugar para el análisis quieto y descansado,
la lluvia fluye como un mero adorno,
un riachuelo bajo un mar de tráfico;
los aromas se neutralizan entre ellos,
y destaca el eterno olor a vacío,
que poco a poco se transmite a todos mis sentidos,
y entiendo la situación del árbol,
un punto, un objeto, algo ajeno, extraterrestres del ahora,
quizás, astronautas olvidados en los extrarradios del sistema solar humano.


No todo es debacle en este lugar de tan alta frecuencia,
pero es otro planeta,
y aun así me ha hecho ver mi ceguera,
porque años atrás habité en mis esencias,
tanto y con tanta profundidad que había desaparecido;
en este momento añoro el silencio, y su discurso,
esa arquitectura intrínseca, frágil, eterna,
oculta en el lugar, pero capaz de crearlo,
genuina, humana, animal, natural.

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