martes, 16 de junio de 2015

Desierto Embarrado

Hoy somos tormenta, racimo, y el citoplasma de algo que emerge. Las ondas de radio estallan en el tímpano de los fieles, y en lo profundo nacen ancestrales zumbidos, que recorren los valles, que devuelven los gritos a los grandes salones. Oscuridad, puertas cerradas, criaturas nubladas, la ciudad apagada. Negros pesares cabalgan, por los aun existentes puentes hacia el horizonte.
Resuenan los tambores, se atisban las matanzas; los ejércitos marchan, con escudos de oscuridad, con miradas repletas de vacío; y el pesado yunque que sostiene los riachuelos de cordura se va desintegrando al paso de almas inconscientes. La tierra es negra, el aire asfáltico, el color una princesa encerrada en su torre; y el tiempo una esfera, un final para los malditos que aun usan la cabeza.

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