lunes, 27 de enero de 2014

Empezar

Aquella típica noche de Noviembre, fría y seca, empezó a pensar.
Empezó a pensar en su vida diez años atrás. Ya no era una niña, pero a menudo seguía sintiéndose así. Se asustaba ante lo nuevo, ante la posibilidad de que todo volviera a salir mal, como tantas veces le había pasado ya; dudaba ante las opciones, ante la posibilidad de que su vida cambiara completamente o siguiera exactamente igual; la adversidad la hacía sentir insegura y torpe a veces; y ante demasiada presión, se rompía; le preocupaba decepcionar a quienes conocía; le aterrorizaba no saber qué iba a pasar a continuación; sin ninguna razón, se sentía inferior.
Empezó a pensar en el vuelco que dieron a su vida diez años atrás. Le rompieron los esquemas, las reglas y los porqués. Ya no había explicaciones razonables, y no importaba. Le quitaron las noches tranquilas, los días para sí misma y algunas costumbres. Se metieron en su cabeza sin preguntar. La cabrearon, la hicieron llorar y le enseñaron que, a veces, no hay razones. Hicieron que sus pensamientos fueran a sitios donde nunca habían estado. Le dieron la vuelta a su vida, a sus puntos de vista, incluso a su forma de ser. Incluso llegaron a herirla: más de una vez habían hecho que le doliera la barriga de tanto reír.
Empezó a pensar que precisamente eso, era lo mejor que le podía haber pasado a su vida, diez años atrás.
Empezó a pensar que, diez años atrás, le picó la curiosidad por el mundo. Por todo lo que le rodeaba, por lo pasado, lo presente y lo que estaría por llegar. Empezó a aceptarse a sí misma, y a los demás. Antes las situaciones difíciles, la seguridad empezó a tomar el control. Seguía doblándose, pero ya no se rompía.
Empezó a pensar que aquella noche de Noviembre, diez años atrás, no le gustaron una cara, unos ojos o un cuerpo. Empezó a pensar que fue algo mucho más valioso. Algo que no se puede medir, sostener ni poseer. Algo con espíritu propio, libre e imposible de cambiar. Algo que pasara lo que pasara, podría llevar siempre con ella.
Empezó a pensar que, aquella noche, diez años después, no había perdido nada importante. Su cuerpo no significaba nada para ella. Seguía teniendo sus miradas, sus consejos, sus momentos, sus preocupaciones, sus cabreos y sus sueños en su mano; cosas de valor incalculable que sólo ella conocía de él.
Diez años después, empezó a pensar que no iba a echar de menos sus cenizas esparcidas esa misma tarde. Empezó a pensar que lo único que iba a echar en falta era él.

Esa noche, diez años después, empezó a pensar que cuando todo terminó, empezó.

No hay comentarios :