Caminamos en mundos de luces y sombras, dentro de estos rebosan miles de historias que flotan entre nuestras ventanas, que nacen y se deshacen en pequeñas pinceladas. Narraciones profundas, inciertas, tan inciertas como el propio narrador. Y es que como bocetos, florecen en nuestra mente y se quedan inempezadas. Así llegamos a olvidarlas, tras arrastrarlas en nuestros lentos veleros de locura las abandonamos en océanos de olvido y remordimientos.
"¿Por qué me haces esto?" Pregunta la aventura soñada, el romance imposible o la elección contrariada. Y es que todas las historias combaten en una más o menos larga batalla. La vencedora de esta alcanza la existencia, mientras que la perdedora se pierde en la eterna paciencia y choca una y otra vez, como un segundero, contra el duro muro de las horas. Tras el conflicto solemos observar el campo de batalla y sentir afecto por la derrocada, la que nos implora volver a nacer mientras nuestra vida hace de epicentro de un terremoto.
Tantas tormentas nos encaminan a la indecisión de nuevo, pero entonces nos damos cuenta de que somos historiadores y a la vez poetas, y así dejamos atrás el mal tiempo y recomenzamos a vivir, ya que así se cierra el círculo, ¿ó no?
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