domingo, 12 de enero de 2014

Limbo

Despertó en medio de la oscura noche. Sus ojos, aun turbios, danzaban al son de las cortinas zarandeadas por el viento. Meditabundo, se dirigió a cerrar la dichosa ventana. El ruido de las bisagras azuzó su tímpano sutilmente, una extraña sensación, que absurdamente confundió con el miedo. Quizás por eso mismo decidió ir a tomar un vaso de leche, "puede que aclare mis temores", pensó.
Abrió la puerta y caminó por el pasillo, tras bajar por las desniveladas escaleras entró en la cocina y abrió el viejo, pero útil frigorífico. Cogió el envase y bebió directamente de él. Luego cerró a su viejo amigo y se encaminó hacia su siempre cálido dormitorio. Subió las escaleras, "dichosas, dichosas escaleras, con cada paso, más y más extensas os hacéis". 
Ya arriba se paró, cansado; "ya no soy el que era, o eso suponía antes". Aunque el pasillo era bastante corto, en aquel momento creía verlo más profundo de lo normal. "Necesito descansar" se decía. Recorrió el pasillo algo inquieto; y llegó a la puerta. Giró el pomo y en ese eterno instante miró hacia el pasillo de nuevo; "oscuridad y vacío, no más". Cerró la puerta tras de sí y anduvo en dirección a la cama. La ventana seguía cerrada; miró a través de ella y se acostó en la cama. "Temores... qué absurdo". Nada debía de temer. Y pensaba, pensaba, pensaba ... cuanto más lo hacía más temía. Nada debía de temer. Nada. Nada. Nada ...
Hasta que cayó en el sueño. Así olvidó, o quizás perdió, lo que no buscaba, su más profundo temor, la nada.

No hay comentarios :