Mi mirada yace en caída libre,
en mis esferas siento lo denso,
más abajo, frío, lo estéril, el color en agonía;
y miro al foso,
él observa,
penetrante infinitud,
y mi reflejo bajo tierra.
Me encuentro acongojado,
¡tan ilimitados son el caer y lo desconocido!.
Entonces siento el pozo,
y puedo interpretarlo;
él camina hacia el abandono del vacío,
se personifica al intentarlo.
¡Pero si es oscuro,
sin sabores ni aromas!;
y continúa observante,
como constelación ausente,
como los objetivos,
como los proyectos,
en esencia, como las frustraciones.
Nos miramos,
y en mi cabeza aparece un eje,
un deforme con simetría,
allí en el Nitrógeno,
en el Carbono,
y en el Hierro;
allá donde me impregno,
en el rey y los demás,
en lo coloreado y lo carbonizado;
en la sombra que avanza en cuantos,
y en instantes.
Abismos, acantilados, océanos.
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